sábado, 9 de diciembre de 2017

EN TU PARTIDA

Te fuiste un día como hoy hace 10 años, fue un domingo en la madrugada, lo recuerdo bien. Había salido presuroso al hospital, después de limpiarte, comiste como no lo habías hecho en muchos meses, ¡cuánta alegría tuve! Te conté que econometría no me parecía tan difícil, pero andaba un poco cansado y por momentos me dormía ¡Qué feo que es madrugar a clases! –Te lo dije riendo – Me pareció que también me devolviste la sonrisa, o por lo menos eso quise creer.

A personas en tu estado es bueno hablarles me decía la enfermera, así que, más que nunca era un loro, todas mis tonterías siempre terminaban en una risa o según yo un suspicaz y gracioso comentario, tenía toda la seguridad que, aunque no pudieras hablar seguro me escuchabas. Pasaron las horas y las enfermeras me botaron, ¡literalmente! era la única forma que me vaya, todo transcurrió tan rápido, un gruñido en el estómago me recordó que no había comido, regresé a casa a lavarte una ropa y llevártela apenas salga el sol, esa era mi rutina y la adoraba. Recuerdo me hice una hamburguesa de pollo (bueno digamos) y jugo, ese era mi desayuno, almuerzo y cena al mismo tiempo, no necesitaba más, solo me alimentaba de amor, esa fue mi vitamina mientras estuviste así.

A las 04h00 el teléfono sonó, una voz temblorosa hablaba, pero no decía nada, reconocí esa voz, me llamó por el nombre que me diste al nacer y que no todos conocen, en mi interior sabía que lo que estaba ocurriendo, pero albergaba la esperanza que todo fuera un error, me puse en pie, psicológicamente según yo, estaba preparado para este día, mi manual de procedimientos y protocolos no sirvió ni para el baño.

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Caminé con el corazón en la mano invocando a todo en lo que creo y conozco para que al llegar me dijeran que es una confusión, un error. Albergaba en todo mi ser esa esperanza. Además, no podía ser posible, si hace unas cuantas horas atrás estuvimos tan bien, casi no te quejaste de dolor, comiste, nos dormimos juntos y charlamos de largo, -Es un error de seguro- me dije tratando de justificar mis deseos.

Caminé por un largo, frío e interminable pasillo, escuché sollozos, era Paola, el típico: “Cuánto lo siento” de la enfermera, qué difícil y al mismo tiempo mecánico debió ser para ella. Te vi, cogí tu mano y aún me resignaba a creerlo.

Si bien es cierto, te lloré hasta que me dolieron los ojos, hasta quedar sin lágrimas y el solo parpadear hacían que rechinen por la sequedad. También maldije y desafié todo en lo en que creía. Admito que por momentos no fui lo que criaste, tenía un gran sentimiento de culpa que me acompañó mucho tiempo, por no hacer más de lo que hice, por no poder pelear tu batalla, por no saber como ganarle a la muerte.

Pero Dios sabe cómo hace las cosas, hoy a pesar de la pena y la congoja inevitables, tengo una gran paz en mi interior. Hoy las lágrimas y las recriminaciones las cambio por historias, por luchas y sueños conquistados, por entereza y voluntad, ese es tu legado en mí. Hoy te recuerdo una vez más con tu sonrisa de optimismo, son 10 años en los que la vida me ha permitido demostrar que tu esfuerzo y dedicación no fueron en vano porque seguimos de pie, y nuestra bandera de lucha sigue enarbolada.
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1 comentario:

  1. Con cada palabra escrita logras que tus lectores vivan los momentos, una historia que podría haber sido triste se convierte en una inspiración.

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